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¿Cómo influye la genética en la adicción al tabaco?

BLOG TELLMEGEN

A lo largo de los años, la especie humana ha tenido la extraña afición de encontrar sustancias peligrosas en las plantas, para luego empezar a consumirlas.

La cafeína es perjudicial para la mayoría de los insectos, y se cree que surgió como repelente en las plantas frente a los insectos herbívoros.

La capsaicina y otras moléculas picantes (se encuentran en guindillas y jalapeños, por ejemplo) buscan producir ardor para ahuyentar a los mamíferos herbívoros.

Y la nicotina, la sustancia que produce la adicción en el tabaco, es un veneno que funciona como insecticida natural en las plantas. Somos la múltiple excepción a estas reglas.

Nicotina y tabaco son dos conceptos muy unidos. Incluso el término tabaco se usa tanto para referirse de forma común a varias plantas del género Nicotiana como a los productos preparados a partir de las hojas de estas plantas.

Aunque se usan varias especies para la producción comercial de cigarrillos y otros productos fumables, lo habitual es que se fabriquen a partir de Nicotiana tabacum. Entre el 1% y el 3% de las hojas de esta planta son nicotina.

Las hojas se recogen y se procesan para dar lugar al tabaco que será consumido. Entre el 0,6% y el 3% del peso final del tabaco seco es nicotina.

Dato curioso: la nicotina no es una molécula exclusiva de estas plantas. Las patatas o los tomates también contienen nicotina. También es cierto que una patata tiene 2,25 microgramos y un tomate 7,1 microgramos de nicotina. Por comparar, un solo cigarrillo típico tiene entre 11.900 y 14.500 microgramos, de los que aproximadamente 1.000-2.000 se absorben en el cuerpo cuando fumas.

¿Cómo influye la genética en la adicción al tabaco?

Los misterios de la nicotina

La nicotina es un alcaloide, una molécula natural con nitrógeno, que interactúa con los receptores nicotínicos de acetilcolina del cuerpo humano. Normalmente estos receptores son activados por la acetilcolina, pero la nicotina también tiene esa capacidad.

Esta actividad estimula una liberación de varios neurotransmisores, principalmente catecolaminas y serotonina. El efecto es rápido; la nicotina es capaz de alcanzar el cerebro, atravesando la barrera hematoencefálica que lo rodea, a los 10-12 segundos de la primera inhalación. El máximo de nicotina en sangre se alcanza a los 6-10 minutos. Al cabo de 2 horas, más de la mitad se habrá metabolizado, sobre todo por el hígado.

La nicotina tiene algunos efectos positivos sobre el consumidor: mejora los movimientos precisos en manos y dedos, y la memoria tanto a largo como corto plazo. Ayuda a mantener la alerta y la atención y disminuye el hambre. Se la ha estudiado por su posible valor terapéutico en algunas enfermedades nerviosas como el Parkinson

Sin embargo, una cosa tenemos que dejar clara desde el principio: a pesar de esto, por definición, es una neurotoxina. En fetos, niños y adolescentes, por su efecto sobre los receptores nicotínicos, puede modificar su desarrollo y regulación, haciéndolos especialmente dependientes del tabaco. En los adultos sería bastante inofensiva si no fuera por un detalle: la adicción.

La nicotina es altamente adictiva. La dependencia es tanto física como psicológica. Además, se crea tolerancia, la persona siente menos estimulación por la misma dosis de tabaco, con efectos negativos ante la ausencia.

La persona siente irritabilidad, ansiedad, estrés, problemas de concentración y de memoria, y dificultad para conciliar el sueño. Estos efectos perduran hasta que recupera el pico de nicotina en la sangre o pasa suficiente tiempo para que vaya recuperando la normalidad.

Muchos fumadores necesitan otras fuentes de nicotina cuando dejan de fumar para mantener la adicción. Adicionalmente, a la propia nicotina suelen unirse componentes sociales y psicológicos de adicción.

Existen otros compuestos para dejar de fumar que no llevan nicotina, como el bupropión, que incrementa los niveles extracelulares de dopamina, un efecto que tienen ambas sustancias en común.

Un cigarrillo, cientos de compuestos

¿Por qué dejan de fumar, pero siguen consumiendo nicotina? Porque la nicotina es lo que te engancha, pero son el tabaco y el cigarrillo los que en realidad te matan.

Un cigarrillo tiene aproximadamente 600 ingredientes. Su combustión libera unos 7.000 químicos distintos, de los cuales al menos 70 son carcinogénicos.

Además de la nicotina, tenemos gases tóxicos (monóxido de carbono, amoníaco), metales pesados (plomo, cadmio, arsénico) y otros compuestos de mayor o menor riesgo (acetona, acetaldehído, tolueno, metanol…).

En este blog nos hemos encontrado con el fumar como un factor de riesgo habitual en las patologías de las que os hablamos. En la imaginación colectiva lo relacionamos con enfermedades respiratorias y cardiovasculares, como el cáncer de pulmón, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica o el ictus.

Sin embargo, sus efectos son sistémicos. Disminuye la fertilidad de hombres y mujeres, causa embarazos prematuros y bebés en peor estado de salud, aumenta el riesgo de diabetes 2, provoca daños en los ojos, y está relacionado con prácticamente todos los cánceres que existen por muy lejos que se encuentre, como el cáncer de páncreas.

El pack completo de venenos. Imposible hablar de tantos en tan poco espacio.

Es muy conocido el efecto del tabaco sobre el ADN y el genoma de las personas. Ya hemos comentado que al fumar se liberan sustancias carcinogénicas y es un factor de riesgo constante en todos los cánceres.

Pero, ¿sabías que los genes también afectan a la adicción a fumar tabaco?

¿Es el tabaquismo hereditario?

El comportamiento de fumar es hereditario y se asocia con el 15% de las muertes a nivel global.

Por supuesto, no es algo que se deba a un gen. Se trata, como en las enfermedades complejas, de múltiples variantes genéticas que hacen a la persona más susceptible de volverse adicta a la nicotina.

Ningún gen te hará empezar a fumar contra tu voluntad. Pero las combinaciones adecuadas pueden hacer que tengas una mayor susceptibilidad a fumar y una dependencia más rápida y/o fuerte a la nicotina.

Hasta el momento, muchas de las variantes genéticas involucradas con el tabaquismo se han encontrado en genes que codifican información para las subunidades del receptor nicotínico.

Por ejemplo, el gen CHRNA5, que lleva la información de una subunidad del receptor nicotínico, tiene una versión que aumenta la adicción a la nicotina. Los investigadores comprobaron que este nuevo receptor suavizaba los efectos negativos de la nicotina, haciendo las primeras experiencias con los cigarrillos menos desagradables en los no fumadores.

En 2022 se realizó uno de los estudios más ambiciosos, aprovechando datos de 3,4 millones de personas, el 21% de ellos no europeos (un problema de estos estudios en ocasiones es la homogeneidad de la muestra si todos los participantes pertenecen a la misma población genética). 

En ese estudio encontraron casi 2500 variantes genéticas asociadas con fumar, repartidas en 1346 loci (una zona fija, física y concreta del genoma). Detectaron otras 39 variantes relacionadas con la edad de inicio del tabaquismo, 206 con la capacidad de dejar de fumar y 243 con la cantidad de cigarrillos diarios.

Gracias a la incorporación de individuos de diferente ascendencia, se encontraron entre otras 721 variantes asociadas al fumar completamente nuevas. Algunas de estas variantes genéticas eran de genes que participaban en funciones del sistema nervioso como NRXN1 o GRIN2A.

Hay que tener en cuenta que los test de adicción al tabaco, como el análisis genético de tellmeGen, calculan la predisposición genética a la adicción a la nicotina. No quiere decir que la persona vaya irremediablemente a fumar. Una persona que jamás haya probado la nicotina no puede volverse adicto a ella.

Y, en general, recomendamos no probarla.

Carlos Manuel Cuesta

Licenciado en Biología. Doctor en Biotecnología

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