Hemos puesto las siglas porque el nombre se nos quedaba demasiado largo para el título. Su nombre real es esclerosis lateral amiotrófica (ELA). También es conocida como enfermedad de Lou Gehrig, por ser este jugador de béisbol el primero al que se le diagnosticó; o enfermedad de Charcot, primer médico en describirla, pero con ambos se nos quedaba demasiado larga de nuevo. Aunque el enfermo más famoso de esta patología posiblemente sea el físico Stephen Hawking.
Como podemos ver en los pacientes mencionados, se trata de una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta a las células nerviosas del cerebro. Concretamente, las células nerviosas afectadas son las neuronas motoras de la corteza cerebral (neuronas motoras superiores), tronco encefálico y médula espinal (neuronas motoras inferiores).
La falta de motoneuronas conlleva una parálisis muscular que va avanzando hasta llegar a la muerte, sin que se vean afectadas las funciones cognitivas ni sensitivas. Esas personas son prisioneras de una jaula de carne cada vez más rígida, sin poder evitarlo. No hay cura, y todos los tratamientos están centrados en combatir los síntomas.
Las funciones sexuales y excretoras tampoco son afectadas, aunque si puede provocar alteraciones emocionales repentinas. Dentro del horror que es, no es una enfermedad dolorosa, el paciente no siente dolor en las zonas afectadas ni por el empeoramiento de los síntomas.
La causa de muerte final suele ser por insuficiencia respiratoria, ya que ocurre una atrofia de los músculos del área torácica que participan en el proceso respiratorio. Es considerada la enfermedad más grave, y me temo que más común, de las que afectan a las neuronas motoras.
Es una enfermedad relacionada con la edad, con la mayor edad de riesgo entre los 60 y 70 años, con predominancia en varones, siendo dos de cada tres afectados. No es que sean dos características demasiado limitantes en la población actual, lo que explica que haya de media un caso por cada 50.000 habitantes.
ELA, una patología envuelta en misterio
Es una enfermedad que a pesar de los años que lleva en estudio, se encuentra rodeada de muchos interrogantes. Se cree que, en general, el desencadenante es un defecto en la proteína ubiquina 2, que participa en los procesos de degradación y eliminación de otras proteínas.
Durante el proceso, las células sufren una serie de daños, desde estrés oxidativo a alteraciones en el citoesqueleto (y cuando la mayor parte de tu cuerpo son axones y dendritas dependientes del citoesqueleto, esto son palabras mayores).
Además, tenemos daño excitotóxico. Ocurre por una sobreactivación de los receptores del glutamato, que ocasionan una entrada masiva de calcio dentro de la célula. El calcio conlleva a su vez una respuesta enzimática y liberación de proteínas del interior de las mitocondrias, que termina dañando las estructuras celulares y, finalmente, en muerte celular o apoptosis. La excitotoxicidad se encuentra presente en otras enfermedades del sistema nervioso, como son la enfermedad de Alzheimer o el Parkinson.
Hay neuroinflamación, por cierto. En muchas enfermedades neurodegenerativas, el sistema inmune entra en el cerebro para ver qué está pasando, tenemos inflamación y todo va a peor.
¿Explica esto la razón de que sea una patología centrada en motoneuronas? No. Es otra de las grandes incógnitas. Muchos expertos sospechan que debe haber una característica común entre las neuronas motoras, ausente en las otras poblaciones de células nerviosas, que las vuelve vulnerables a la enfermedad.
Cuanto más se mueve ella, menos te mueves tú
El diagnóstico es clínico. Por los síntomas se sospecha de ELA y se realizan pruebas posteriores para descartar otras enfermedades similares. Esto hace que desde la sospecha de la enfermedad hasta la confirmación completa puedan pasar meses.
Entre los primeros síntomas podemos destacar los espasmos musculares, calambres, rigidez o debilidad, durante los primeros estadios de la enfermedad. Las personas que les rodean pueden percibir en los afectados problemas de habla, un cansancio en las extremidades y torpeza.
A medida que la enfermedad progresa y se alcanzan los estadios intermedios, la enfermedad suele cursar con trastornos peores del habla, así como disfagia o dificultad para tragar, pérdida progresiva del movimiento y debilidad, hasta el punto de requerir silla de ruedas para poder desplazarse.
Su avance no es constante, siendo distinto entre personas e incluso entre regiones del organismo. En ocasiones puede haber etapas de estabilidad en las que se mantiene sin empeorar durante un periodo de tiempo.
Dado que no hay tratamiento, los esfuerzos son en los síntomas y en interrumpirla lo máximo posible. Frenar el deterioro.
Algunos de los fármacos usados, por ejemplo, frenan la liberación del glutamato que mencionamos antes como causante de excitotoxicidad. Otros medicamentos usados son antioxidantes o el uso de células madre.
En añadido a los tratamientos farmacológicos, colaboran especialistas como fisioterapeutas o logopedas que tratan de ayudar a los afectados a mantener la independencia funcional. Por ello es una enfermedad con un tratamiento multidisciplinar.
Ya, ¿pero es la ELA hereditaria o no?
Ahora vamos, paciencia. Para hablar de si es una enfermedad genética o no, vamos a irnos a su clasificación.
- ELA esporádica. El nombre nos indica que se trata de una aparición aleatoria. No hay factores de riesgo ni forma de predecir su aparición, y es la frecuente. Esto no excluye que haya factores genéticos involucrados, únicamente que se desconoce cuáles.
- ELA familiar. Son el 5-10% de los casos. Se considera que ocurre por una variante autosómica dominante, por lo que se puede transmitir dentro de la familia, y tiene una edad de aparición de media más temprana que la esporádica.
En general, no se considera que la esclerosis lateral amiotrófica sea una enfermedad hereditaria. Sin embargo, la presencia de la enfermedad en la familia se tiene en cuenta como factor de riesgo y se incluye en las historias clínicas. Es un “no quiere decir nada peeeero vamos a apuntarlo por si acaso”.
Cuatro genes se han encontrado alterados en casi la mitad de los ELA familiares, y hasta el 5% de los casos esporádicos: C9orf72, SOD1, FUS y TARDBP.
Se considera que en las formas de ELA que ocurren de manera temprana tiene un mayor peso la genética. En la ELA juvenil, que ocurre antes de los 25 años, es habitual encontrar mutaciones en los genes FUS, ALS2 y SETX. Otra correlación genética que se ha encontrado en la enfermedad es entre mutaciones de los genes FUS y SOD1, y una evolución negativa de la patología.
Por supuesto, hay otros factores de riesgo y causas. Desde exposición a sustancias tóxicas, como algunos pesticidas agrícolas, a infecciones, desde víricas a fúngicas. Se cree que en algunos pacientes los condicionantes genéticos pueden comenzar la enfermedad de forma asintomática, en edades tempranas, y las características ambientales ir contribuyendo posteriormente a su gravedad hasta que se hace visible.
Pero es una enfermedad idiopática, es decir, causa desconocida y origen espontáneo. Dicho de forma directa, que no tenemos ni idea de por qué sucede de repente.
Las enfermedades idiopáticas son preocupantes, y más cuando son complejas. Si te paraliza algo, que no sea el miedo, y prueba a predecir esta y otras patologías con el análisis genético Advanced de tellmeGen.