El cáncer es una enfermedad genética, ya que se produce por cambios en la actividad de genes, normalmente implicados en la supervivencia, crecimiento, replicación y ciclos celulares. Aunque sea una patología genética, los factores ambientales también influyen, al repercutir en la aparición y tipo de mutaciones dentro de las células.
Porque un cáncer nunca ocurre por una mutación. Hacen falta decenas, cientos de ellas en una célula para convertirla de eficiente trabajadora en peligro letal. Estas mutaciones pueden clasificarse en tres tipos:
- De aparición aleatoria por la actividad normal celular, como la división celular.
- Por la existencia de situaciones y compuestos externos a la célula que modifiquen su ADN, como son los carcinógenos.
- Mutaciones heredadas de los padres.
Se estima que entre un 5 y un 10% de los cánceres tienen un carácter hereditario, aunque no todos los genes incrementan el riesgo de la misma manera. Porque no es el cáncer en sí lo que se puede heredar, sino la predisposición o susceptibilidad genética a padecer un tipo concreto de cáncer. Un cáncer no puede heredarse, pero las mutaciones que incrementan el riesgo de desarrollarlo sí pueden.
Un cáncer hereditario indica mutaciones en genes concretos que suceden en las células germinales, que son las que se transmiten de padres a hijos. Estos genes se encuentran desde el origen del nuevo organismo, en todas sus células, con el riesgo adicional que suponen para desarrollar la patología. Cada año que pasa descubrimos nuevos genes relacionados con cánceres y sus efectos en ellos.
Mutación no es sinónimo de tumor
Además, no todas las mutaciones son cancerígenas. De hecho, la mayoría de las mutaciones son neutrales, ya sea porque no tienen ningún efecto o porque el cuerpo puede adaptarse a él y que no cause daños.
Cuando hay un gen causante de la patología dentro de una familia, deja una serie de pistas a su camino. Estas pistas se encuentran en los tipos de cáncer, la relación de parentesco entre ellos y la edad del diagnóstico. Si toda tu familia ha tenido cáncer, pero han sido distintos y a los 90 años, no hace falta que entres en pánico.
De la misma manera, sí puedes asustarte si tu familia tiene un historial donde un tipo de cáncer es recurrente, tiene una aparición temprana, es en un lado familiar concreto o, directamente, han encontrado la mutación en un pariente.
Normalmente, las mutaciones que aumentan la aparición de cánceres ocurren en genes:
- Genes supresores de tumores. Tiene sentido que mutaciones en genes cuya función es, precisamente, proteger a la célula de volverse tumoral, aumente el riesgo de cáncer en el individuo.
- Oncogenes. Tenemos los protooncogenes, genes normalmente reguladores con actividad tranquila y necesaria para el organismo. Lo que los hace especiales es que mutaciones en ellos los convierte en oncogenes, formas anormales con la capacidad de convertir a la célula en maligna. Los oncogenes son las formas alteradas y peligrosas de los protooncogenes. Debido a esto, los oncogenes no son heredables (se transmite siempre el protooncogén), excepto el gen RET.
- Genes de reparación del ADN. Si los sistemas de reparación del ADN fallan, la aparición de mutaciones dentro de la célula, y el riesgo de que puedan desembocar en cáncer, aumentan. Muchos de estos genes se pueden clasificar también como supresores de tumores, como los BRCA1 y BRAC2, o el TP53.
Cada gen con su cáncer
Hablando de los genes BRCA1 y BRCA2, podemos hablar del tristemente famoso cáncer de mama. En caso de tener familiares afectados en diferentes generaciones, es importante hacer pruebas de detección precoz porque existe la posibilidad de que tengas estos genes mutados, y estés viviendo con la espada de Damocles encima de ti.
Otro gen que participa en los cánceres familiares es el APC. Este gen cumple funciones como supresor tumoral en las rutas del WNT. Cuando el gen APC tiene una función anómala, suele llevar a poliposis adenomatosa familiar y cáncer colorrectal.
De hecho, el cáncer colorrectal puede ser causado también por una afección genética hereditaria llamada Síndrome de Lynch o cáncer colorrectal hereditario no asociado a poliposis (CCRHNP). Mejor llamarlo síndrome de Lynch por comodidad. Se estima que el síndrome de Lynch origina entre el 2 y el 7% de todos los cánceres de colon y recto que se diagnostican, y además provoca que surjan a edades más tempranas. Si pensamos que el cáncer de colon es la tercera forma más común de cáncer, podemos entender su relevancia.
Dato adicional sorpresa: estos genes hereditarios no solo aumentan la predisposición al cáncer en la persona, sino que además tienden a desarrollar el cáncer años antes que los enfermos convencionales.
Otros genes prefieren jugar en todos los campos. El gen KRAS produce una proteína que sirve de indicador a la célula para su crecimiento y multiplicación. Cuando el gen está mutado, la proteína se mantiene activa la mayoría del tiempo, causando una multiplicación celular descontrolada. La variante KRAS G12D se encuentra en el 4,20% de todos los cánceres registrados, sobre todo en aquellos que son adenocarcinomas.
El Síndrome de Li-Fraumeni ocurre por mutaciones en el gen TP53. Sí, ese gen tan conocido por ser un supresor tumoral. Provoca un elevado riesgo a desarrollar tumores a lo largo de la vida del paciente, desde edades tempranas.
Por supuesto, no todos te vienen con el pack de nacimiento. Ha hecho falta que un antepasado desarrollara la mutación original en sus células germinales, ya fuera de casualidad o porque le gustaba fumar cigarrillos de dos en dos. Entonces, con la mutación ya presente, tendría descendencia que recibiría esa alteración. A partir de ese momento esa mutación que aumenta la posibilidad de desarrollar X cánceres iría bajando por el árbol genealógico entre los descendientes.
La clave contra estos cánceres es la prevención. Lo primero es realizar pruebas genéticas que confirmen la existencia de estas mutaciones que actúan como factores de riesgo. Después hay que interpretarlos, tenerlos en cuenta, llevar un estilo de vida acorde al riesgo y realizar pruebas periódicas para evitar la aparición de células tumorales.
En definitiva, el cáncer hereditario es un hecho cada vez más común en muchas familias. A pesar de ello, cada vez disponemos de tecnologías más avanzadas y precisas que nos permiten analizar genéticamente los cánceres. Si conocemos nuestra predisposición genética, podemos influir en la interacción con el ambiente para prevenir, en la medida de lo posible, la aparición de un cáncer hereditario. Mejor estar vigilando por la mirilla antes de que piquen a la puerta.